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La NASA confirma cómo el viento solar puede producir agua en la Luna

Foto: EUROPA PRESS

MADRID 15 Abr. (EUROPA PRESS), – Una simulación de laboratorio realizada por la NASA confirma la predicción de hace 60 años de que el Sol es una fuente de los componentes que forman el agua presente en la Luna.

Según la teoría, cuando una corriente de partículas cargadas, conocida como viento solar, impacta la superficie lunar, se desencadena una reacción química que podría generar moléculas de agua.

El hallazgo, según escribieron los investigadores en un artículo publicado en la revista JGR Planets, tiene implicaciones para las operaciones de los astronautas del programa Artemis de la NASA en el Polo Sur de la Luna. Se cree que gran parte del agua de la Luna, un recurso crucial para la exploración, está congelada en regiones permanentemente sombreadas de los polos.

EXISTE LA POSIBILIDAD DE CREAR AGUA

«Lo emocionante es que, con solo suelo lunar y un componente básico del Sol, que siempre está liberando hidrógeno, existe la posibilidad de crear agua», dijo en un comunicado Li Hsia Yeo, investigadora del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en Greenbelt, Maryland. «Es increíble pensarlo», dijo Yeo, quien dirigió el estudio.

El viento solar fluye constantemente desde el Sol. Está compuesto principalmente de protones, que son núcleos de átomos de hidrógeno que han perdido sus electrones. Viajando a más de un millón de millas por hora, el viento solar baña todo el sistema solar. Vemos evidencia de ello en la Tierra cuando ilumina nuestro cielo en los espectáculos de auroras.

LA SEÑAL ESPECTRAL CAMBIA A LO LARGO DEL DÍA

Las mediciones de naves espaciales ya habían insinuado que el viento solar es el principal impulsor del agua, o sus componentes, en la superficie lunar. Una pista clave, confirmada por el experimento del equipo de Yeo: la señal espectral de la Luna relacionada con el agua cambia a lo largo del día.

En algunas regiones, es más intensa en las mañanas más frías y se atenúa a medida que la superficie se calienta, probablemente porque las moléculas de agua e hidrógeno se mueven o escapan al espacio. A medida que la superficie se enfría de nuevo por la noche, la señal alcanza su punto máximo. Este ciclo diario apunta a una fuente activa -probablemente el viento solar- que repone pequeñas cantidades de agua en la Luna cada día.

Para comprobar si esto es cierto, Yeo y su colega, Jason McLain, científico investigador de la NASA Goddard, construyeron un aparato a medida para examinar las muestras lunares del Apolo. Por primera vez, el aparato albergaba todos los componentes del experimento en su interior: un dispositivo de haz de partículas solares, una cámara sin aire que simulaba el entorno lunar y un detector de moléculas. Su invento permitió a los investigadores evitar tener que sacar la muestra de la cámara, como ocurría en otros experimentos, y exponerla a la contaminación del agua del aire.

«Diseñar los componentes del aparato y conseguir que encajaran todos llevó mucho tiempo y muchas iteraciones», dijo McLain, «pero valió la pena, porque una vez eliminadas todas las posibles fuentes de contaminación, descubrimos que esta idea, que data de décadas atrás, sobre el viento solar resulta ser cierta».

MUESTRAS DEL APOLO 17

Utilizando polvo de dos muestras diferentes recogidas en la Luna por los astronautas del Apolo 17 de la NASA en 1972, Yeo y sus colegas primero hornearon las muestras para eliminar cualquier posible agua que pudieran haber recogido entre el almacenamiento hermético en las instalaciones de conservación de muestras espaciales de la NASA en el Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston y el laboratorio de Goddard. Después, utilizaron un diminuto acelerador de partículas para bombardear el polvo con viento solar simulado durante varios días, el equivalente a 80.000 años en la Luna, basándose en la alta dosis de partículas utilizadas.

Utilizaron un detector llamado espectrómetro para medir la cantidad de luz que reflejaban las moléculas de polvo, lo que mostró cómo cambiaba la composición química de las muestras con el tiempo.

Al final, el equipo observó una disminución en la señal luminosa que rebotaba en su detector precisamente en el punto de la región infrarroja del espectro electromagnético (cerca de las 3 micras), donde el agua suele absorber energía, dejando una señal reveladora.

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