MADRID, 27 May. (EUROPA PRESS). – Los humanos fabricaban herramientas con huesos de ballena hace 20.000 años, según revela un análisis de decenas de herramientas óseas excavadas en yacimientos del Golfo de Vizcaya.
Las ballenas, los animales más grandes de la Tierra, fueron una fuente importante de alimento y materiales como aceite y huesos. Por esta razón, se cree que desempeñaron un papel clave en la supervivencia de muchos grupos humanos costeros. Sin embargo, rastrear los orígenes de las interacciones entre humanos y ballenas es un desafío, ya que los yacimientos arqueológicos costeros son especialmente frágiles y vulnerables al aumento del nivel del mar, lo que dificulta la preservación de evidencias de las primeras relaciones entre humanos y mamíferos marinos.
La investigación, dirigida por Jean-Marc Pétillon, del centro de investigación francés CNRS, junto con la científica de la Universidad Autónoma de Barcelona Krista McGrath, y publicada en Nature Communications, analiza 83 herramientas óseas excavadas en yacimientos del Golfo de Vizcaya, junto con 90 huesos adicionales de la cueva de Santa Catalina, en la provincia de Vizcaya. Los autores utilizaron espectrometría de masas y datación por radiocarbono para identificar las especies y la edad de las muestras.
DE CINCO ESPECIES DIFERENTES
«Nuestro estudio revela que los huesos provienen de al menos cinco especies de grandes ballenas, las más antiguas de las cuales datan de hace aproximadamente 19.000-20.000 años. Estos representan algunas de las primeras evidencias conocidas de uso humano de restos de ballenas como herramientas», afirma Jean-Marc Pétillon, autor principal de la investigación.
Según Krista McGrath, autora principal del artículo, se lograron identificar especies como cachalotes, rorcuales comunes y ballenas azules, todas ellas aún presentes en el Golfo de Vizcaya, así como ballenas grises, una especie que ahora se encuentra principalmente en los océanos Pacífico Norte y Ártico.
Además, los datos químicos extraídos de los huesos sugieren que los hábitos alimentarios de estas antiguas ballenas diferían ligeramente de los de sus congéneres modernas, lo que apunta a posibles cambios en el comportamiento o en el entorno marino. En resumen, este descubrimiento no solo mejora nuestra comprensión del uso temprano de los restos de ballenas por parte de los humanos, sino que también arroja luz sobre el papel que desempeñaron las ballenas en los ecosistemas del pasado.