MADRID 2 Jun. (EUROPA PRESS). – Los bosques de la Amazonía peruana no se están recuperando tras la extracción de oro, no solo porque el suelo está dañado por metales tóxicos, sino porque la tierra ha perdido sus recursos hídricos.
Un método común de minería, conocido como minería de succión, modifica el terreno de forma que drena la humedad y retiene el calor, creando condiciones extremas donde ni siquiera las plántulas replantadas pueden sobrevivir.
Los hallazgos, publicados en Communications Earth & Environment, revelaron por qué los esfuerzos de reforestación en la región han tenido dificultades. Uno de los coautores del estudio es Josh West, profesor de Ciencias de la Tierra y Estudios Ambientales en la Facultad de Letras, Artes y Ciencias Dornsife de la USC.
SECA LA TIERRA Y LA HACE INHÓSPITA
«Sabíamos que la degradación del suelo ralentiza la recuperación forestal», afirmó en un comunicado West, quien es Explorador de National Geographic. «Pero esto es diferente. El proceso minero seca la tierra, volviéndola inhóspita para los nuevos árboles».
El equipo de investigación estuvo dirigido por Abra Atwood, científica del Centro de Investigación Climática Woodwell y exalumna de West, quien obtuvo su doctorado en USC Dornsife en 2023.
En colaboración con colegas de la Universidad de Columbia, la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (Perú), el equipo estudió dos yacimientos mineros de oro abandonados en la región peruana de Madre de Dios, cerca de la frontera con Brasil y Bolivia.
Utilizaron drones, sensores de suelo e imágenes subterráneas para comprender cómo la minería de succión transforma el terreno. Esta técnica, comúnmente utilizada en operaciones a pequeña escala y, a menudo, familiares, destruye el suelo con cañones de agua a alta presión.
ESTANQUES Y MONTONES DE ARENA
El sedimento desprendido se canaliza a través de compuertas que filtran las partículas de oro, mientras que el material más ligero, incluyendo la capa superficial rica en nutrientes, se arrastra. Lo que queda son estanques, algunos tan grandes como campos de fútbol, e imponentes montones de arena de hasta 9 metros de altura.
A diferencia de la minería de excavación, que se utiliza en otras partes de la Amazonía y puede preservar parte de la capa superficial del suelo, la minería de succión deja poco espacio para el crecimiento de nuevos árboles.
Para medir la humedad y la estructura del suelo, los investigadores utilizaron imágenes de resistividad eléctrica, una técnica que rastrea la facilidad con la que la humedad se mueve a través del suelo. Descubrieron que los montones de arena actúan como tamices.
El agua de lluvia se drena a través de ellos hasta 100 veces más rápido que en suelos no alterados. Estas áreas también se secan casi cinco veces más rápido después de la lluvia, dejando poca humedad disponible para nuevas raíces.
Para comparar las condiciones, el equipo instaló sensores en varios lugares (suelos arenosos y arcillosos, bordes de estanques y bosques no alterados) y descubrió que los sitios deforestados eran consistentemente más cálidos y secos. En los montones de arena expuestos, las temperaturas superficiales alcanzaron los 60 °C. «Es como intentar cultivar un árbol en un horno», dijo West.
Las cámaras térmicas montadas en drones mostraron cómo el suelo árido se cocía bajo el sol, mientras que las áreas boscosas cercanas y los bordes de los estanques se mantenían significativamente más frescos. «Cuando las raíces no encuentran agua y las temperaturas superficiales son abrasadoras, incluso las plántulas replantadas simplemente mueren», dijo Atwood. «Esta es una de las principales razones por las que la regeneración es tan lenta».
MÁS DE 95.000 HECTÁREAS DESTRUIDAS ENTRE 1980 Y 2017
Si bien el equipo observó cierto rebrote cerca de los bordes de los estanques y en zonas bajas, grandes extensiones de tierra permanecieron desnudas, especialmente donde los montones de arena son comunes. Estas áreas, que están más alejadas del nivel freático y pierden humedad rápidamente, son más difíciles de reforestar.
Entre 1980 y 2017, la minería de oro a pequeña escala destruyó más de 95.000 hectáreas -un área siete veces mayor que San Francisco- de selva tropical en la región de Madre de Dios. En la Reserva Nacional Tambopata y sus alrededores, las operaciones continúan expandiéndose, amenazando tanto la biodiversidad como las tierras indígenas. En toda la Amazonía, la minería de oro representa actualmente casi el 10% de la deforestación.
Los investigadores sugieren que los esfuerzos de recuperación podrían beneficiarse de la remodelación del terreno. Aplanar los montones de arena de la minería y rellenar los estanques abandonados podría acercar las raíces de los árboles a las aguas subterráneas, mejorando la retención de humedad y estimulando la regeneración. Si bien la erosión natural podría eventualmente tener el mismo efecto, el proceso es demasiado lento para satisfacer las necesidades urgentes de reforestación.
«Solo hay una selva amazónica», dijo West. «Es un sistema vivo único en la Tierra. Si la perdemos, perderemos algo irremplazable».